EL CIUDADANO QUE NOS CORRESPONDE FORMAR EN EL CONTEXTO DE LA  VENEZUELA ACTUAL 

The citizen that is up to us to be in the context of the current Venezuela  Cova Flores, Luis  

Universidad Politécnica Territorial de Paria “Luis Mariano Rivera” Covaluis60@gmail.com 

Resumen 

La ciudadanía es, ante todo, una condición de los individuos por las cuales se les  reconoce y garantiza una serie de derechos. En esta investigación se realiza un  análisis sobre la concepción del ciudadano que queremos formar en la Venezuela  actual. En este sentido se discute la génesis y transformación de la ciudadanía, por  ello se procesan importantes puntos de vista de Constantino Urcuyo (1999) sobre  el tema de ciudadanía. Además, se resaltan las opiniones de otros autores como 

Manuel Fermín, Adriana Cortina, lo cual nos permite visualizar las características  del ciudadano actual. En este mismo orden, se discuten las ideas para la concepción  de una nueva ciudadanía en el contexto actual de Venezuela, con el fin de justificar  o legitimar esa nueva ciudadanía en el nuevo proceso venezolano, produciéndose  así un análisis de diversas posturas donde se establecen enfoques de tipo liberal,  libertario, comunitario y republicano, lo cual generó una reflexión orientada hacia  una nueva visión de ciudadano.  

Palabra claves: ciudadanía, ciudadano, estado nación, comunidad, republicano 

Abstract 

Citizenship is first and foremost, a condition of individuals for which recognizes them  and guarantee a number of rights, in this research was conducted a comprehensive  analysis on the conception of citizen that we want to be in the current Venezuela. In  this sense is discussed the genesis and transformation of citizenship, so were  important points of view of Constantino Urcuyo (1999) on the subject of citizenship.  Also highlighted the opinions of other authors such as: Manuel Fermin, Adriana  Cortina, among others on the concept of citizenship, which allows us to view the  characteristics of the current citizen. In this same order discussed ideas for the  design of a new citizenship in the current context of Venezuela in order to justify and  say or legitimize new citizenship in the new Venezuelan process, producing an 

analysis of different ideas are established approach of liberal, libertarian, and  Republican community type which genre a discussion towards a new vision of citizen  concluding with a proposal for the improvement of this new conception of citizen. 

keys word: citizenship, citizen, State, nation, community 

1. INTRODUCCIÓN 

La ciudadanía es, ante todo, una condición de los individuos por la cual se  les reconoce y garantizan una serie de derechos, en función de los cuales pueden  hacer determinadas cosas, impedir que les hagan otras y exigir que se les  proporcionen ciertos bienes. Ser ciudadano es disponer de un peculiar estatus 

jurídico como persona, que se adquiere por la pertenencia a una comunidad de base  territorial, cultural, legal y política determinada, básicamente la que conforma el  estado. Ese estatus concede y protege unas prerrogativas amparadas por las leyes.  La ciudadanía parte pues, de una primera condición: se tiene en la práctica en tanto  es reconocida como tal; es un derecho de los miembros de una comunidad. El  reconocimiento legal de la ciudadanía por parte del estado (la ciudadanía formal) es  el primer paso que realmente garantiza el respeto y goce de unos determinados  derechos. Pero este requisito no es suficiente para que se disfruten en realidad, es  decir, para poseer una ciudadanía sustantiva. 

Se ha podido y se puede ser, por tanto, ciudadano de tantas formas como  modos hay de reconocimiento formal de esos derechos. El concepto de ciudadanía liga de este modo la idea de disponer de determinados derechos individuales y el  reconocimiento de esa condición. Los estados traducen de muy desigual forma los  contenidos de la ciudadanía, y las opciones políticas que desarrollan los gobiernos  varían los contenidos de los derechos (hasta pueden limitarlos) de acuerdo con los  compromisos que asumen en sus programas. La ciudadanía es un derecho pleno  en una determinada comunidad, cuando quienes la posean quedan igualados en  derechos y obligaciones. Esa garantía solo la puede ofrecer la democracia.

Es importante señalar, que en esta investigación se realiza un amplio análisis sobre la concepción del ciudadano que queremos formar en la Venezuela actual,  para ello el estudio está estructurado de la siguiente forma: 

Un primer momento donde se discute la génesis y transformación de la  concepción de ciudadano, para ello se tomaron diferentes puntos de vista discutidos  por Constantino Orcuyo en un documento de trabajo donde hace un esbozo teórico de las líneas de investigación que conforman un libro sobre el tema de ciudadanía.  Además se resaltaron las opiniones de otros autores como: Manuel Fermín (1991),  Adriana Cortina (2004), Rolando Anrup y Vicente Oien(1996), Fernando  Aznar(2000), entre otros, quienes realizan un importante análisis del desarrollo  histórico sobre la concepción de ciudadanía, que nos permite visualizar las  características del ciudadano actual. 

En un segundo momento, se discuten las ideas para la concepción de una  nueva ciudadanía en el contexto actual de Venezuela , con el fin de justificar y  afirmar o legitimar ese concepto; posteriormente, en el tercero y cuarto momentos, se analizan diversas ideas para un nuevo enfoque del ciudadano que queremos  formar en el contexto actual, donde se debaten posturas de tipo liberal, libertarios,  comunitarista y republicano; al mismo tiempo se realiza una discusión hacia una  nueva visión de ciudadano. Finalmente, se concluye con una propuesta para el  mejoramiento de esa nueva concepción de ciudadanía. 

2. Contexto sobre la Génesis y Transformación de la Concepción de  Ciudadanía hasta la Época Actual 

 La concepción de ciudadanía, a lo largo del proceso de constitución de las  naciones, revela aspectos muy importantes de estas. La historiografía sobre el tema  que nos ocupa es todavía escasa, en diversos estudios sobre formación de nuevos  estados, en los siglos XVIII Y XIX, algunos autores abordan esta situación haciendo  poco énfasis en la relación Ciudadanía-Nación.

La ciudadanía es la condición social de un miembro nativo o naturalizado de  una ciudad o estado. En las ciudades-estado de la antigüedad clásica, el término  ciudadano no designaba meramente al que residía en una ciudad, sino a un  miembro libre del estado con capacidad de gobierno, tampoco se refería a tan solo  un municipio local, sino al estado en su conjunto. Para los romanos, las civitas 

(vocablo latino, del que procede la palabra ciudad) constituía la asociación política,  el conjunto de bienes políticos privilegiados que compartían los hombres libres, los  civitas se oponían a populus, gens y natío. 

Las naciones eran en la antigüedad clásica comunidades de origen que  venían integradas geográficamente por comunidades de asentamiento o por  relaciones de vecindad, y, culturalmente, por tener una lengua común, costumbres,  y tradiciones comunes, pero que todavía no están integradas políticamente  mediante una forma estatal de organización. 

En la edad media se experimenta la aparición del concepto de imperium, bajo  el dominio del rey, la noción de comunidad-política organizada cede frente al poder  de esa figura. En Roma, en el siglo XII antes de Cristo, se reconocían dos tipos de  ciudadanos: el primero poseía los derechos de ciudadanía, entre los que se  encontraba la posibilidad de votar en la asamblea pública; el otro añadía a estos el  derecho a poder ejercer cargos públicos y cada ciudadano tenía su Ethos social.  Aunque en Roma la ciudadanía se adquiría generalmente, así mismo, podía  obtenerse mediante la nacionalización, por una concesión especial del estado. En  la idea Griega de ciudadanía, tal y como lo expresó Aristóteles, los ciudadanos  tenían el derecho a participar en las funciones legislativas y judiciales de su  comunidad política. Este derecho era cautelosamente protegido y raramente se  otorgaba a extranjeros. 

Con el advenimiento de la modernidad, se opera una transformación muy  importante en el concepto de nación, pues su significado cambia y surge como la  portadora de la soberanía, hasta el punto de que en el siglo XVIII adquiere ambos  significados (comunidad de origen y ente portador de la soberanía), para más  tarde constituirse en predominio de la segunda.

A lo largo del siglo XVIII, se desarrolló el racionalismo en Europa como un  cuerpo de pensamiento donde se sostenía que el tema propio de la humanidad era  el hombre. Además, el racionalismo creó la idea de ciudadano, el individuo que  reconoce el estado como un ámbito legal, y desarrolló un sistema de derecho,  uniforme en todo el país, y la idea de igualdad legal donde el estado existe para  servir a los ciudadanos. En un sentido más general, el ciudadano es un individuo  perteneciente a una sociedad política o a un estado determinado, por extensión, el  que debe lealtad al gobierno del estado en cuestión y puede exigirle protección. 

La ciudadanía, como posición de miembros de un Estado de derechos y  deberes definidos, ha sido asociada históricamente a la Revolución Francesa del  siglo XVIII, que logró derrocar a la monarquía (en la que los ciudadanos eran  súbditos de la corona, carecían de derechos y debían acatar leyes que ellos no  podían establecer). De igual manera, se puede precisar que la guerra de  independencia estadounidense logró derrocar de forma similar a la corona británica  para promulgar a continuación una Constitución de libertades ciudadanas. 

En España, el auge ciudadano no se dio hasta cien años después, de la  mano del desarrollo económico y de la llegada de emigrantes europeos, casi todos  artesanos especializados. Esto se concretó, sobre todo, a partir del reinado de  Alfonso IV de Castilla y León. La Península Ibérica ha sido, desde luego, la zona de  Europa en la cual la presencia de la civilización Árabe- Islámica se ha dejado sentir  durante un mayor tiempo y con más fuerza, si exceptuamos la más moderna y  diferente ocupación otomana en Los Balcanes. La mezcla de intereses, religiones y  formas de vida fue la norma general de convivencia entre las dos culturas ( la  musulmana y la cristiana). 

La concepción de ciudadanía, base y fundamento de la legitimidad y la  representación política, aparece en la primera Constitución Liberal Española de  1812, pero también se extendió por toda la América Española, sirviendo de  fundamento a los movimientos de emancipación, que desembocaron en la  independencia y la redacción de las Constituciones Liberales en los nuevos países.  Se podría afirmar que los españoles estaban especialmente bien preparados por su 

historia para conquistar, ocupar, poblar y explotar nuevas tierras y asimilar nuevas  gentes. En este sentido, Venezuela, a diferencia de otros países americanos, no recibió del conquistador español aporte alguno que le permitiera hacer evolucionar  las condiciones sociales ni culturales de las comunidades indígenas. Desde este  punto de vista, en Venezuela no se tuvo una ciudadanía propiamente dicha, ya que estaba violentada por la implantación de otra cultura, la hispana, la cual marcó la  diferencia.  

El español subestimó toda la cultura indígena, alegó que los indígenas eran  seres inferiores, primitivos y retrasados, por lo cual consideraban indigno de parte  suya cualquier tratamiento humano. Es así como, la cultura europea se convirtió en  dominante, además trajo consigo fundamentos autocráticos de influencia  patrimonialista, asimilados en la Península Ibérica por la vía musulmana, que se  combinaron con las formas de dominación de nuestras Etnias. 

Los colonizadores españoles se regían generalmente por las leyes de india, y para ellos la población venezolana no era considerada ciudadana, sino que sus  habitantes eran súbditos de la corona, de allí que durante la época colonial  prevaleció en Venezuela una sociedad esclavista, fundamentalmente católica,  patriarcal, feudal y agraria. A esas características sociales, económicas y raciales  sirvió la educación colonial. Más del 80% de esta sociedad estaba constituida por  pardos, indios y negros, siendo la mayoría determinante de la población venezolana,  la cual estaba calculada en 800.000 habitantes. 

Para afianzar más esta situación, los conquistadores españoles traen  consigo amplios fundamentos de poder autocrático, sustentados en un gran  patrimonialismo, pero el gran error de la población hispanoamericana fue intentar  seguir ese tipo de modelo y adoptar las características de la ciudadanía española,  permitiendo con ello un rechazo a nuestra idiosincrasia, nuestra identidad, nuestro  origen y nuestro ser social. No obstante, el proceso de gestación de nuestro ser  social, en el caso específico del venezolano, tiene mucha similitud con la  generalidad de América Latina, contexto en el cual la fusión de tres tipos de cultura  (la autóctona y la implantada primero, y un poco más tarde la negra) crea un 

hibridismo que se ha identificado como conciencia social colonial, la cual da origen  a dos formas de conciencia social: una conciencia dominadora, propia de las clases  que poseen desde el principio el poder económico y luchan después por el poder  político con miras a conformar la estructura de poder del Estado-Nación; y una  conciencia social dominada, propia de la masa o pueblo, para lo cual existen fuertes  basamentos de anarquía, que van a producir un efecto fundamentalmente histórico en el desarrollo de nuestra sociedad. 

Después de la ruptura con el rey, la primera etapa de la independencia define  un nuevo concepto de patria. La palabra de ninguna manera era nueva; la fórmula  de obediencia a “Religión, Rey y Patria” está presente en el contexto del régimen  del reino español y expresa la relación de la corona y el rey con sus súbditos. El  concepto de patria se había asociado por lo tanto con el “Padre Rey”, a partir del  movimiento de independencia. Este se articula con el concepto de “ciudadanía” y  “ciudadano”, y servía de signo distintivo y delimitador entre “americanos” y  “españoles”. Bolívar es el “padre de la patria “y americanos son para Bolívar todos  aquellos nacidos en América, mientras los inmigrantes españoles de primera  generación o funcionarios coloniales españoles, solo podrían adquirir esta  característica mediante un juramento de lealtad a la patria, lo que les convertía en  ciudadano de la nueva Nación. 

En su sentido revolucionario, el concepto de “ciudadano” era nuevo en  América, donde se usaba el término vecino que significaba “buen hombre”, cabeza  de familia, habitante de una ciudad. Al ciudadano se le define como el vecino de  una ciudad que goza de sus privilegios y está obligado a sus cargas, no relevándolo  de ellas alguna particular exención. 

Nuestra ciudadanía comienza a consolidarse cuando empieza a conformarse  la estructura del Estado-Nación, Estado que nace, en su primera forma, como un  estado colonial fuertemente cargado de elementos autocráticos y una conciencia  social dominada. Sin embargo, este Estado- Nación se consolida cuando comienza  a conformarse y desarrollarse la primera presidencia de José Antonio Páez y se  fortalece aún más como Estado-Nación Burgués, con racionalidad eminentemente 

capitalista en los períodos presidenciales de Castro y Gómez. En este período se  conforman las bases para que la teoría positivista sea implantada como filosofía que  legitima y justifica la dominación autocrática del Estado-Nación con racionalidad  capitalista; empieza a formarse una concepción modernizante y pasamos a una  sociedad y un Estado capitalista.  

En la época post-gomecista se conforman las asociaciones de ciudadanos,  las cuales presentan como características distintivas la adscripción clasista y gremialista, inspiradas en las ideologías socialistas de la época, razón por la cual  en este período se produce la sindicalización masiva de los trabajadores, y surgen, además, las ligas campesinas y sindicatos agrícolas con la finalidad de combatir el  latifundismo y defender los intereses de los trabajadores del campo. Por otra parte, se consolida la diferenciación de las organizaciones profesionales. Las  organizaciones sindicales y obreras formaban parte del pueblo y debían movilizarse  como masas para el cambio social. En este sentido el concepto de ciudadanía quedó supeditado a los intereses populares. 

Para la década de los noventa se produce en Latinoamérica un despertar,  donde se empieza a buscar y visualizar una nueva identidad de ciudadanía, se  observan comunidades indígenas que comienzan a organizarse, grupos de  ciudadanos que se proyectan a nivel mundial, se puede precisar que es un  movimiento de ciudadanos que no solo se está gestando en Latinoamérica sino a  nivel mundial. A finales del siglo XX, la ciudadanía sigue siendo un principio  extremadamente importante y polémico, en especial en aquellos países sin  democracia parlamentaria. La creación de la Unión Europea es un caso  especialmente interesante cuando, más allá del libre comercio económico, intenta  crear alianzas políticas internacionales y establecer una misma legislación para los  ciudadanos miembros. También están despertando lentamente los derechos de  individuos y grupos minoritarios, allí donde las naciones unidas pueden invertir para  prestar ayuda humanitaria.

Debido al creciente poder de la ciudadanía, sería importante preguntarse  ¿Por qué un concepto tan milenario es extremadamente tan importante y polémico  a finales del siglo XX y al inicio del siglo XXI? 

Con base en ello, es interesante preguntarse si será de hecho necesario una  sociedad post-industrial que genere entre sus miembros un tipo de identidad  ciudadana donde se reconozca, se identifique y se haga sentir como perteneciente  a ella, o más bien será que se está repensando una nueva concepción de  ciudadanía. Con la presencia de la globalización, esta sociedad post-industrial ha  liberado sus fronteras, ya que el Estado – Nación, dentro del proceso de  globalización, no le da cabida al concepto de ciudadanía que hemos venido  desarrollando, en vista de que esta es una sociedad que depende básicamente del  poder del Estado, y es éste quien maneja los ejércitos, posee el territorio para poder  mantener esta ciudadanía. En este sentido, esta concepción de ciudadanía, con el  proceso y desarrollo de la globalización, se cierra definitivamente y deja todo eso  para el pasado.  

En su obra “Ciudadanía del mundo”, Adela Cortina (1997) señala la  importancia de construir una concepción de ciudadanía universal o ciudadanía del  mundo, con presencia de una ética responsable, en este caso el “yo ético”, que es  un eje discursivo importante dentro de esta concepción. Esto genera un proceso de  resistencia dentro del sistema global, pues hay que fortalecer y rescatar lo regional,  lo local, que al fin y al cabo es lo que va a constituir y formar una verdadera  ciudadanía nacional, con identidad propia, que es lo que precisamente queremos  rescatar, y hacia allá vamos enfilando nuestro esfuerzo. 

La capacidad de ejercer plenamente como ciudadano es el resultado siempre  provisional de un proceso en el que, experimentándolo, se construyen los sujetos ciudadanos. Ese aprendizaje no se comprende a través de una especie de modelo  formativo, del tipo teoría primero y práctica después, sino que se trata de un proceso  continuo. Por esta razón, si la educación para la ciudadanía consiste en una manera  de ser y no solo de pensar, entonces solo practicando, participando y ejerciendo  como ciudadanos o como si se fuese, se puede aprender a serlo. Son formas de 

ser que se van adquiriendo mediante la práctica de manera continuada, al tiempo  que desde fuera se reconoce a los que van construyendo, en alguna medida, como  padres, profesores o cocineros en proceso de serlo. 

Se aprende la condición de la ciudadanía ejerciendo como ciudadanos y  siendo reconocidos y respetados como tales, mientras se asimila esa forma de ser.  Cabe preguntarnos, ¿Qué tipo de ciudadanía se reconoce a los individuos o de qué  manera tienen esta condición de ciudadanos quienes se están formando para serlo,  entre otros propósitos? El ser menor implica no poder disponer formalmente del  reconocimiento de todos los derechos civiles, políticos o sociales, pero no por ello  debe negárseles el beneficiarse y serles respetados sus derechos de ciudadanía o impedirles el ejercicio de las prácticas a través de las que se construirá como tal.  Ser reconocido como “ciudadano en proceso de formación-creación” implica ser  visto como como un sujeto identificable en el mundo social. Se requiere ser admitido  como sujeto singular amparado por unas leyes, con nombre y apellidos, además de  algunos otros datos. Este es el derecho a tener derecho. 

A partir de las movilizaciones de 1998, y en virtud de las demandas del  movimiento indígena, se conforma la asamblea constituyente y se elabora una  nueva Constitución, mediante la cual la ciudadanía se adscribe directamente a la  nacionalidad como único requisito universal, además de los derechos colectivos. 

Sin embargo, los pueblos y naciones indígenas han luchado por el reconocimiento  de una” ciudadanía diferenciada”, como un proceso político por el cual la sociedad  puede reconocer la diferencia radical de esas sociedades. 

3. Ideas para la Concepción de una Nueva Ciudadanía en el Contexto Actual  de Venezuela. 

La historicidad del concepto de ciudadano es una de las primeras acciones  discursivas relevantes al estudiar este tema. La práctica de los derechos del  ciudadano presenta una evolución muy particular. Quien precisó ese cambio fue  Marshall (1973), al señalar la existencia de una larga e irregular, pero persistente 

tendencia, hacia la expansión de los derechos del ciudadano (civiles, políticos y  sociales). Marshall centró su análisis en Gran Bretaña, precisando que los tres tipos 

de derechos evolucionaron a diferentes ritmos en el transcurso de doscientos o  trecientos años; muestra que los primeros en desarrollarse fueron los derechos  civiles(libertad individual, libertad personal, libertad de palabra y de conciencia,  derecho de propiedad, derecho de contratación y la igualdad ante la ley); los  derechos políticos(participación en el ejercicio del poder político como elector o  representante de los electores)se desarrollaron a continuación, en tanto que la lucha  por su expansión ocurrió fundamentalmente durante el siglo XIX hasta el  establecimiento del principio de ciudadanía política universal. Las luchas por los  derechos sociales empiezan a finales del siglo XIX y se desarrollan a plenitud  durante el siglo XX. La visión de Marshall (ídem) señala que estos grupos de  derechos forman una especie de peldaños o eslabones en dirección de los otros. 

La reflexión sobre los derechos del ciudadano enfrenta hoy una nueva  frontera, pues no es posible limitar esta discusión al espacio de esta temática en el  marco del Estado-Nación. La globalización crea una brecha entre una ciudadanía  que confiere derechos en el contexto de la Comunidad Nacional y el desarrollo de  la legislación internacional, que impone nuevas regulaciones sobre individuos,  organizaciones gubernamentales y no gubernamentales. La elaboración de una  teoría del ciudadano del mundo, adecuada a las realidades de nuestro tiempo,  supone también relegar la visión de los derechos de libertad, el pluralismo y el  imperio de la ley como simples formalismos e ilusiones engañosas. 

Si la condición jurídica del ciudadano es el resultado de un largo proceso de  luchas por el reconocimiento de los derechos, la dimensión social y cultural de la  ciudadanía es una elaboración refinada de un modo de vida que obliga a los sujetos  a interiorizar una serie de valores y pautas de comportamiento: de cooperación,  solidaridad, tolerancia, resolución pacífica de conflictos, utilización del diálogo, etc.,  así como a la renuncia a parte de sus libertades para que otros las puedan tener.  Estamos hablando, pues, de un tipo humano y de un modelo de sociedad posible,  para cuya consolidación hay que imbuir en los ciudadanos qué significa vivir esos valores en sociedad. Es decir, se trata de asentar una peculiar construcción cultural  de creencias, valores y comportamiento de los individuos, una verdadera 

transformación hacia un sistema de vida armonioso. Como ya se dijo, lograrlo  requiere propiciar complejos procesos de aprendizaje que no resultan fáciles de  dominar, que se producen como resultados a mediano y largo plazo, que son  consecuencia, muchas veces, de efectos colaterales de las prácticas educativas y  del currículo oculto. 

De este modo, la idea de ciudadano moderno es la del sujeto de derechos,  un sujeto que tiene el derecho de participar en la vida colectiva, pero que no se ve  forzado a la participación, y que, aun cuando la considera valiosa, puede abstenerse  de ella. El ciudadano moderno disfruta de la protección y garantía del estado  respecto al dominio y usufructo de su persona, su familia, su credo y su patrimonio,  así de la posibilidad de elegir o ser elegido para el ejercicio del poder público. Pero,  por un lado, ese disfrute depende de la posición efectiva de una familia, un credo o  un patrimonio; y, por el otro, es su convicción, su compromiso lo que le lleva a  participar en la vida colectiva, y no en su condición de ciudadano. 

Al igual que en la “polis griega”, la condición del ciudadano constituye la base  de la posibilidad del disfrute de estos derechos. Sin embargo, la ciudadanía se ha  vuelto abstracta; es la ley la que coloca al sujeto en la posibilidad de participar, no  su propia existencia. En general, puede decirse que la práctica de la democracia en 

la compleja sociedad contemporánea sigue apoyándose en la concepción moderna  del ciudadano como sujeto de derechos. 

Consecuentemente, la ciudadanía no es más que la incorporación de una  persona a la práctica y ejercicio de los derechos políticos que le confiere el estado,  una vez satisfechos los requisitos que para el efecto se prescriben en la  Constitución, política y leyes subyacentes. La ciudadanía es susceptible de  adquirirse, suspenderse, perderse y recuperarse en conformidad con lo señalado 

en la Constitución. En efecto, la ciudadanía presupone necesariamente la posesión  de la nacionalidad, sin la cual no es posible la existencia de aquélla, aunque  jurídicamente también se considera que, a pesar de su nacionalidad, no sea el  individuo ciudadano del estado al cual pertenece.

4. Ideas Actualizadas para un Enfoque del Ciudadano que queremos formar  en el Contexto Actual 

Existen diversos enfoques o acciones que tienen que ver con la idea de  ciudadano, entre ellos, los de tipo liberal, libertario, comunitario y republicano. Para  algunos, esos enfoques pueden reducirse a dos: Liberalismo y Comunitarismo,  punto de vista que simplifica la explicación. 

4.1Enfoque Liberal 

La noción liberal parte del concepto de libertad negativa; libertad del individuo  frente al estado. La libertad máxima es una libertad pre social, que significa no verse  interferido por los otros. En ese sentido, la maximización de la libertad exige  minimización del estado. El individuo establece su identidad en oposición a la  sociedad, y considera a la ley y al estado como los principios de renuncia a su  voluntad.  

La necesidad de dar cuenta de las instituciones políticas frente a la afirmación  del individuo lleva a explicaciones liberales más complejas, que sobrepasan la  concepción del estado mínimo. En nuestros días, la teoría más elaborada del  liberalismo político se ofrece en el planteamiento de John Rawls (1993), para quien  la tarea de la filosofía política consiste en elaborar una teoría de la justicia  distributiva, que pueda ser compartida por todos los miembros de una sociedad con democracia liberal. 

Si una teoría de este tipo toma cuerpo en estas instituciones, los ciudadanos  se adherirán a ella, pues refleja sus convicciones acerca de lo justo. Sin embargo,  la elaboración de esta teoría presenta algunas dificultades, en cuanto a la diversidad  de concepciones que existen en las sociedades pluralistas sobre la vida, lo que  Ralas (1993) llama distintas doctrinas comprehensivas del bien, la diversidad de  cosmovisiones, propias del pluralismo, y la diversidad de la sociedades modernas,  así como los diferentes proyectos para una vida feliz. ¿Cómo organizar la 

convivencia entre estos diferentes proyectos? La solución estriba en determinar si  hay valores compartidos en todas las doctrinas, aunque estos no coincidan en el  conjunto de su cosmovisión. 

El liberalismo político se interesa, entonces, por el ciudadano, quien espera  que la sociedad le haga justicia al suministrarle los bienes necesarios para llevar  adelante, por sí mismo, su proyecto de vida feliz. La comunidad política tiene el compromiso de defender un acuerdo o visión que sirve de referente en la solución  de los conflictos sociales. 

4.2 Aproximación Libertaria 

El planteamiento libertario surge con el florecimiento político de la nueva  derecha y pretende evidenciar la relación entre el estado y el individuo como una  cuestión meramente contractual. El ciudadano es un consumidor racional de bienes  públicos, lo cual lleva a los libertarios a pensar en el estado como una gran empresa,  y en los ciudadanos como sus clientes. En la medida que el estado responde a la  demanda, no interesa en principio llegar a un acuerdo sobre los derechos del  ciudadano. 

La fuerza de la posición libertaria reside en que toma en serio el pluralismo.  Supone que las personas tienen posiciones radicales diferentes de la buena vida y  sostiene que el modo de afrontar este problema es despolitizar la ciudadanía,  convertir el ámbito público en una versión sustituta del mercado.  

Sin embargo, esta posición ha sido criticada, pues se dice que destroza el  concepto de ciudadanía, el cual implica derechos comunes y bienes disfrutados en  conjunto; el planteamiento libertario reduce a su mínima expresión, debilitando y  erosionando, el sentimiento mismo de identidad ciudadana. Los ciudadanos  quedarían limitados, entonces, a la posibilidad de contratar, dentro de los límites de  una comunidad elegida, o a exhortación moral, a los buenos ciudadanos que  quieran realizar una actividad voluntaria a favor de los demás. El planteamiento  podría ubicarse en el contexto de liberalismo político, aunque en una versión  extrema.

 4.3 Óptica Comunitaria 

La mejor descripción del ciudadano comunitario se obtiene al compararlo con  un equipo, donde cada jugador es responsable por su labor y todos los jugadores, colectivamente, no se oponen sino que constituyen el equipo. 

El ciudadano comunitario es un Zoon Politikon, profundamente social, su  integración en la sociedad le proporciona la identidad y los valores entre los que  pueden escoger y juzgar. Tal concepción se torna contraria a la libertad negativa;  es una libertad con los otros. Hay un predominio de la idea del deber,  concebido como el reconocimiento del ciudadano en una idea del bien, de la que se  participa con los otros integrantes del equipo. La ciudadanía es, ante todo, una  confirmación de valores compartidos, una afirmación de la homogeneidad y de la  unidad del cuerpo social. Esta fascinación con la unidad y las homogeneidades sociales lleva en sí el germen del totalitarismo, pues descarta la posibilidad de una  coexistencia entre diversas ideas posibles del bien social, así como la posibilidad  de la transacción y discusión entre ellas. 

4.4 Modelo Republicano 

El ciudadano republicano es activo y participativo, no se diluye en la idea del  bien colectivo. El republicanismo considera al ciudadano como participante activo  en la dirección de la sociedad, mediante el debate y las decisiones públicas. Toma  la concepción liberal de los derechos y le suma la idea de que un ciudadano se  identifica con su comunidad política y se compromete con la promoción del bien  común, sin que esto implique adherirse a una concepción sustantiva del bien común.  A cada ciudadano le corresponde defender su propia libertad, y esa misma defensa  forma parte del reto mismo de construir una vida valiosa. 

Los derechos asegurados colectivamente se convierten en las condiciones que hacen posible la responsabilidad. De allí que el papel del ciudadano  institucionalizado jurídicamente ha de quedar inserto en el contexto de una cultura  política habituada al ejercicio de las libertades. La libertad negativa o autonomía  privada, y la libertad positiva o autonomía pública se fusionan, lo que permite 

defender los derechos básicos frente a las injerencias sociales. Queda claro que un  ciudadano activo se asume como tal, y es un factor fundamental de la comunidad,  a través de su actividad deliberativa, que crea la ciudadanía, y de sus  conciudadanos. 

5. Hacia una Nueva Visión de Ciudadano 

Un conjunto de ciudadanos activos implica el desplazamiento de una cultura política de espectadores a una de actores. Pareciera sencillo pero, ¿Qué significa  ese paso en concreto? 

Ante todo, resulta imprescindible educar en ciertos valores como la tolerancia  y el respeto, y en la autoestima, para una clara comprensión de los valores de  dignidad personal; pero, fundamentalmente, es ineludible realizar un esfuerzo para  promover la buena información a los ciudadanos sobre la esfera pública y el debate  de las distintas opciones que se presentan. 

Queda claro que todos los ciudadanos participan de esa capacidad  deliberativa, su ejercicio se encuentra condicionado por la educación recibida, por  la capacidad de tomar juicios propios, pero tales juicios solo pueden formarse  mediante la práctica política misma, lo cual implica concebir la educación cívica o  política como una manera de vivir, aunque no se descarta la formación conceptual,  la transmisión de contenidos de carácter sustantivo, en su forma abstracta. 

Uno de los grandes problemas de la educación cívica, para aprender a vivir  en conjunto, consiste en combinar la identidad con la libertad y así participar en la  vida social. Esta última no puede reducirse al mercado, y la identidad a la  pertenencia a la comunidad. Hay una reivindicación del sujeto y desde ese contexto  se resalta su capacidad de resistencia y de distancia frente a las lógicas del poder.  De allí que Alain Touraine (1997:105) afirme que la sociedad política se define  como: “Una relación de amistad que respeta la distancia al mismo tiempo que  genera la comunicación. No implica considerar al otro como igual a uno mismo, sin  inscribirse en un conjunto englobado de uno a otro”.

Según este mismo autor, (ídem:102)), la identidad del sujeto solo puede  construirse por la complementariedad de tres fuerzas…. : la lucha personal de  salvaguarda, la unidad de la personalidad…; la lucha colectiva y personal contra los  poderes que transforman la cultura en comunidad y el trabajo en mercancía, el  reconocimiento interpersonal, pero también institucional del otro como sujeto”. De  esta manera, La ciudadanía solo puede fundarse en un principio de limitación del  poder social, incluso, en un fundamento del orden social, como son, por ejemplo, los derechos universales del hombre. 

Es evidente que, al analizar las relaciones entre los tres escenarios en los  que se forma el ciudadano, hay que evitar la adherencia a solo uno de ellos para la  formación de valores. Hay que pensar más bien en su complementariedad. 

En este sentido, resulta valioso destacar que la familia aporta mucho a lo que,  en una concepción comunitarista de la ética, tiene que ver con los valores  tradicionales, con la pertenencia e identidad comunitaria, con las virtudes y  costumbres, con la misma concepción del bien y los medios. También, la familia es  un pilar fundamental para el despliegue de los valores en la sociedad civil, así como  también, la educación, es , en cierta forma, el taller de elaboración consciente de un  proyecto de vida, del puente entre la familia y la sociedad por un lado; y, por otro, entre los sentimientos y los principios morales.  

Podría pensarse que la primera tarea de la educación moral consiste en  formar a los niños como hombres, e interesarse más tarde en los valores de la  ciudadanía. Sin embargo, ambas cosas no pueden hacerse por separado, porque  las personas, para devenir a través del proceso de socialización, necesitamos una  identidad que brota de distintas formas de pertenencia a la sociedad, y, en este  sentido, la ciudadanía ofrece dos ventajas específicas: 1) el ejercicio de la  ciudadanía es crucial para el desarrollo de la madurez moral del individuo porque la  participación en la comunidad destruye la inercia; 2) la ciudadanía subyace a las  otras identidades y permite suavizar los conflictos que pueden surgir entre quienes  profesan distintas ideologías, porque ayuda a cultivar la virtud pública de la 

conciliación responsable de los intereses en conflicto. Para formar hombres es  necesario, pues, formar también ciudadanos. 

6. Algunas reflexiones 

La concepción de ciudadanía en América Latina y, en especial, en Venezuela, viene impregnada de una ideología autocrática con racionalidad  capitalista. Además, está influenciada por el proceso y desarrollo de la globalización,  lo cual genera una acción de resistencia dentro del proceso global, ya que ante este  escenario se hace necesario fortalecer y rescatar lo regional, lo local que, al fin y al  cabo, es lo que va a construir y formar una verdadera ciudadanía nacional con  identidad propia. Esta condición de ciudadano constituye la base de la posibilidad  del disfrute de sus derechos.  

Ante este escenario, es necesario, entonces, aportar ideas que permitan impulsar la formación de un ciudadano en el contexto actual venezolano, tales ideas  deben estar dirigidas al debate sobre algunos principios relevantes desde donde  debería impulsarse la visión de ciudadano al que aspiramos. 

Así, el pluralismo, resulta un principio valioso pues el reconocimiento del  derecho de los otros a tener su propia visión debe ser considerado. Del mismo  modo, es importante tomar en cuenta la lógica de pertenencia, contexto desde el  cual las preferencias individuales están estrechamente condicionadas por procesos  sociales, pues no podemos existir sino con los otros, reconociéndolos y siendo  reconocidos por ellos como sujetos. 

Por otra parte, es menester otorgar valor a la autonomía individual, pues nos inscribimos en la ruta de la confrontación de diversas visiones parciales y generales  de la vida, de la discusión de los diversos proyectos de vida en común y personales.  Implícito se ubica aquí el principio de la tolerancia, de admitir la diversidad y lo  distinto como partes consustanciales de la existencia con los otros. 

Aunado a lo anteriormente expresado en el parágrafo anterior, la pertenencia  a la comunidad política y la protección social de la libertad, no puede fundarse en la  exclusión, de importantes sectores de la población, de los beneficios del progreso 

material, de la cultura y la participación en las decisiones. Es necesario una política  de solidaridad que disminuya distancias entre categorías sociales y combata la  discriminación y la segregación, abriendo espacios para la igualdad de  oportunidades. 

Del mismo modo, deben analizarse los elementos culturales que permitan  elaborar una visión del individuo y de la vida social que no se reduzca a la  organización instrumental, utilitaria de la vida colectiva, ni tampoco al conformismo  con la organización social (Derecho de resistencia). 

Resulta también importante hacer énfasis en la responsabilidad. La libertad  implica responder por su ejercicio, no es posible el funcionamiento de la vida social  sin la delimitación de esta órbita de la convivencia, sin asumir el compromiso que  implica la amistad cívica, aunque esto, en ningún momento, implica la disolución de  la personalidad en el todo social. 

Finalmente, esta doble dimensión individual y relacional, particular y  comunitaria, presente en las ideas esbozadas en este epígrafe, debe conjugarse en  el mismo tiempo y espacio, si lo que pretendemos es construir ciudadanía, y, sobre  todo, si esta se pretende instaurar en sociedades plurales y diversas. El desarrollo  posterior de esas premisas permitiría una ampliación detallada de las soluciones  prácticas que buscamos para un afianzamiento de las cuestiones teóricas. Todo ello  apuntaría hacia la emergencia de una nueva forma de construir una comunidad de  vida, de una renovada manera de plantearse un sueño para una comunidad, en la  que se reconozca la primacía de las personas y todas estén convencidas del bien  común; en la que no haya miembros de primera y de segunda clase, porque todos  somos hermanos; en la que cada cual tenga el valor de expresar con libertad lo que piensa, lo que siente y lo que sueña, y las opiniones manifestadas por los individuos  sean tomadas en consideración; en la que todo pueda ser discutido y el lenguaje  sea sincero. En fin, se trata de construir una sensibilidad empática que abra horizontes de esperanzas para el mundo en que nos ha tocado vivir. 

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