Se les asegura a los estudiantes que los supuestos cimentados en la ética de

mercado son excelentes para el perfeccionamiento económico de una nación

y por ende incrementa su calidad de vida. Se infunde la idea de que el

organismo regulador predilecto es el mercado y que cada individuo que

busca su provecho personal genere utilidades. Además se les hace creer, a

los jóvenes en formación, que esencialmente la actividad económica en las

comunidades reposa en los estatutos del mercado y en la relación del

beneficio individual y la competitividad. Por otro lado, se fomenta en los

escenarios de formación la idea de que una sociedad es dinámica cuando

existe acumulación de capitales. Las corrientes económicas y políticas son

grabadas en los discípulos incitándolos a reflexiones que pretenden explicar

los pocos adelantos en ciertas áreas con razones territoriales y étnicas.


Aún más, se intenta inculcar los educandos que por tener cultura católica,

hispana, aborigen y africana hace que los seres humanos que viven en

condiciones de minusvalía no tienen disposición para el trabajo ya que son

unos bárbaros sin conocimientos sobre la ética del capitalismo. Además,

argumentan la sumisión a las fuerzas económicas con actitudes como las

denunciadas por Zumeta (1997:7), en la que expresa que:

Las necesidades del progreso moderno les imponen a los grandes

Estados industriales como condición de mantenimiento de su

poderío, el deber de activar la producción de las materias primas

de que sus industrias se alimentan, y el de estimular, al propio

tiempo, el comercio de sus productos. Por cuanto es constante que

esa doble capacidad productora y consumidora crece en cada

pueblo en razón directa del grado de civilización alcanzado por ese

pueblo, la tendencia moderna en la lucha por ambos mercados, es

la adquisición de territorios incultos a fin de elevar, al menos, el

nivel de la civilización en tres los territorios los pobladores de lo

conquistado y explotar sus riquezas.

Estos dispositivos económicos son transferidos en los espacios pedagógicos

para argumentar la privatización de las riquezas, y para amparar la

dominación y aprovechamiento de los recursos por razón ideológica y

cultural. En este sentido dijo Zumeta (1997:7):


Los pueblos que no pueden explotar las riquezas de su suelos, y

poblarlas soledades que el ocaso geográfico, o el político, encerró

dentro de sus fronteras menoscababan en esa medida la labor

universal, y es altamente moralizador que los más aptos y

laboriosos ocupen lo que injuria mantiene ocioso. Los bosques

son del leñador, los capos de quien cultiva, los ríos de quien

canaliza y navega. Es la brega inmemorial de los pueblos y las

razas que representan las más avanzadas formas del progreso,

contra los pueblos y las razas que representan los infinitos

matices del estancamiento y la barbarie.


Y se intentan emplear ese adoctrinamiento en los espacios en que confluyen

catedráticos y educandos para la creación del conocimiento insistiendo en

que no se tiene la habilidad para impulsar los razonamientos que se poseen

como lo solicita los objetivos de la civilización presente. En lugar de esto se

deberían abordar los escenarios de formación de los saberes económicos

desde otra aspecto que consienta asimilar el atraso y la adversidad en

Venezuela con una actitud crítica hacia la repartición del patrimonio nacional.

Tal como refiere Maza (1987: 15) cuando expresa que se requiere formar a

los alumnos con objetivos factibles, sólidos y compartidos por las distintas

parcelas de la sociedad que le den preferencias a:

la seguridad alimentaria, el aprovechamiento racional de los

recursos naturales, la valoración del potencial humano, la opción

tecnológica adecuada a un país de dimensión intermedia, la

sustentación real de la claridad de la vida, la equidad de la

distribución de ingreso, la autonomía relativa del desarrollo en un

mundo cambiante. Como orientación estratégica de la acción. La

maximización del excedente social, en lugar del estatal o privado.

.

Esto con la seguridad que se debe producir una dinámica histórica novedosa

para conseguir un tipo de progreso con justicia, ya que la mejora sustentable

o sostenible indemniza las penurias contemporáneas sin complicar la

capacidad de las posteriores generaciones de subsanar sus propios

requerimientos. Involucra esta idea el crecimiento de la capacidad de la

sociedad para potenciarse con la intención de establecer una civilización

fundada en la ética, la justicia, el respeto por la variedad cultural, la defensa,

la imparcialidad y la independencia. Así como, la formación de los educandos

para apropiarse de las nociones económicas sobre la sustentabilidad y sus

alcances con relación a la capacidad de auto gestión, crecimiento

permanente y repartición equitativa de las utilidades.


Para atender lo planteado, la transformación universitaria convoca los

cambios en materia del accionar docente, de contenidos, estrategias y de los

escenarios de formación. Emplaza a mirar las partes y el todo desde sus

múltiples dimensiones y en todas sus complicaciones. Es por ello que es

fundamental que los profesores sean conocedores del saber que imparten,

de las estrategias que pueden ser aplicadas para adecuar en o los ambientes

y promover el interés de los estudiantes, de este modo se podrá estimular la

capacidad de aprender del participante y su curiosidad por comprender la

realidad desde la óptica de su formación como futuro profesional. Para esto,

es el momento de criticar lo que se hizo, se hace y lo que se pretende hacer

a los fines de rescatar la educación universitaria y sacarla del

enclaustramiento y dogmatismo en el que se mantiene desde el siglo

pasado.


Es así como, al revisar lo que se hizo en los escenarios de formación de las

asignaturas incluidas en las denominadas ciencias económicas, se aprecia

que estas están sumergidas en el pensamiento positivista, desde el que

todos son considerados iguales y deben cumplir pasos y procedimientos tal y

como se establecen sin aceptar modificación alguna. No hay comprensión

sino descripción de situaciones desligadas de la realidad social, económica y

política del momento histórico en el que se encuentran. Se evidencia a través

de estos supuestos una falta de significado de lo aprendido quizás por lo

rígido del proceso y el dogma de la enseñanza que ha sido afianzado en el

sistema educativo como norma y forma de desarrollar el acto de aprender.


Como lo sustento Leff (2004:55), “la crisis actual del conocimiento, en lugar

de construir al mundo lo ha destruido al privilegiar el predominio de la

tecnología y la ley del mercado, produciendo consecuencias negativas”. Los

escenarios de formación de las asignaturas de las ciencias económicas son

diseñados para reproducir nociones técnicas sin importar sus alcances. Se

supone que el conocimiento sirve para mejorar la calidad de vida; sin

embargo, en las aulas de clase se coarta la creatividad del individuo

encerrando los saberes en un área especializada y olvidando su entorno

natural. Los escenarios donde se desarrollan los saberes se han construido

sin pensar en la realidad existente, por el contrario es una experiencia de

alienación del individuo y una expresión de dominio del docente sobre el

alumno.


Con respecto a lo que se hace, la creación del conocimiento en los

escenarios de formación de las ciencias económicas se realiza sin que el

profesor internalice lo pertinente a lo complicado del proceso que encierran la

creación de una nueva postura ante los contenidos de los programas, donde

se mezcle ideologías, corrientes del pensamiento, razonamiento,

discusiones, creatividad, imaginación, entre otros. En ese sentido, Mayorga

(2006:52) expresa que los “contenidos conceptuales tienen el poder de

producir efectos integradores del conocimiento, registrando la

multicasualidad de los procesos que condicionan las transformaciones

sociales”. Se requiere, entonces, darle un nuevo significado a la formación

del individuo que será el que con su accionar debe comprometerse a

remediar los problemas sociales; ya que actualmente se ha disipado su

función ante su entorno inclinándose por la reproducción de conocimiento

que se produce desde las esferas del poder.


Esta situación ha convertido a los procesos de enseñanza y aprendizaje en

una repetición de nociones que no se crean dentro de los escenarios de

formación de las ciencias económicas y de ninguna otra rama del saber. Este

desgaste del sentido de la enseñanza propone a gritos “… la refundación del

papel de la educación en esta nueva era planetaria; es la manera de

concebir la universidad que viene en el torrente de un cambio civilizacional

de gran envergadura” (Lanz y Fergunson, 2008: 10).


En ese orden de ideas, es importante reflexionar sobre el papel del docente

en la formación del individuo inmerso en una universidad que posea como

eje cognitivo la investigación, la transformación del contexto, la unión de

saberes a partir de su quehacer, que promueva una lógica diferente del

pensamiento desde donde se visualice una diatriba que genere

conocimientos con conciencia social; en el que esté involucrado también lo

político y lo ideológico en cuanto que las ciencias económicas deben ser

planteadas en escenarios de formación determinados por un marco nacional,

regional, internacional e institucional desde donde se tomen diariamente

decisiones que puedan afectar los fenómenos económicos.


Sin embargo, las universidades, según lo establece Giroux (2008: 24) “se

encuentran amenazadas por las propuestas ideológicas de corte militarista y

corporativista, que plantean una educación profesionalizante y privada,

dirigida a formar los recursos humanos aptos para enfrentar la productividad

del mercado”. Esta noción de la universidad es la de ser medio para la

formación de recursos humanos que favorecerán la competencia,

soslayándose el trabajo de la educación universitaria como institución

democrática y solidaria en la que es permitido que los docentes y alumnos se

comprometan en una cultura critica, con compromiso y responsabilidad.


Para Guillaumin (2000: 202) “el mayor reto que enfrentan las universidades

es la construcción de modelos propios, que respondan a necesidades locales

y desde las personas que conforman sus espacios vitales”. Estas

transformaciones son requeridas producto de las crisis que ha generado la

falta de identidad de las instituciones de educación universitaria. Promover y

aceptar cambios debe ser paralelo a la conservación de los factores

culturales y con la garantía de lo ético, que permita al participante expresarse

en los ideales de equidad, autonomía y libertad empapados de una variedad

filosófica. Con la capacidad de colocarse en el lugar del otro y crear

condiciones propicias que sean relevantes en el esbozo de proyectos para

mejorar la calidad de vida de la región.


Al respecto, Vallenilla (1984: 62) sostiene que “nada hay de definitivo, hecho

o acabado. Todo cuanto pueda existir es creable, transformable, factible y

perfectible. La capacidad de invención y construcción es capaz de incidir no

solo en la alteridad, sino incluso, sobre su propia vida”. Moldear un individuo

que pueda interactuar con sus semejantes respetando sus opiniones, valores

y condición. Que sea capaz de convivir armónicamente con el otro y con su

región. Consiente de sí y de todos los que lo rodean, requiere de un cambio

ideológico de modo que el estudiante pueda tomar lo mejor de las teorías

como un complemento que les permite caminar con la certeza de haber

derrumbado los muros del totalitarismo. Razonando sobre la ciencia que ya

fue escrita para enfrentar lo lineal de la historia y abrir espacios de crítica.

Construir nuevos entramados que solucionen los problemas edificados desde

la lógica imperante.